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Guía para talleres de escritura creativaRed de Escritura

Actualizado: 4 may 2020

PRESENTACIÓN La escritura tiene la capacidad de integrar la experiencia humana porque nos permite ver el mundo, al otro y a nosotros mismos. Los Talleres de Escritura Creativa se nutren de la curiosidad de los seres humanos, que tienen una historia por contar y la disposición de querer aprender un oficio, que cuestiona la experiencia e inventa la forma en la que es representada. Para el Ministerio de Cultura es un honor presentar la tercera versión de la Guía para Talleres de Escritura Creativa, que reúne numerosas estrategias para pensar, acompañar e implementar los procesos en este espacio académico. Con esta ruta, el Ministerio de Cultura busca promover la lectura crítica y fortalecer los procesos de formación en el país. La guía surge de las experiencias de RELATA, Red de Escritura Creativa, que desde su creación en 2006, se ha venido consolidando como uno de los espacios de formación y difusión de escritores más importantes de Colombia, haciendo énfasis en los talleres como espacios de encuentro y reconocimiento con el otro, reflejo de la vida cotidiana desde la actividad literaria, facilitando nuevos lugares para pensar la vida, la identidad nacional y el tejido social.


RELATA es un programa promovido por el Ministerio de Cultura y cuenta con el apoyo del Banco de la República, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (INPEC), el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), bibliotecas públicas, institutos departamentales de cultura, secretarías municipales y diferentes grupos culturales, entre otros. En la actualidad, la red está conformada por 56 talleres, presentes en 24 departamentos, a los que se suman 3 virtuales y 21 presenciales desarrollados en centros penitenciarios, para un total de 80 talleres a nivel nacional. Esta nueva versión de la guía, busca sistematizar y difundir diversas metodologías de los procesos formativos en escritura creativa, que han sido desarrollados en los talleres RELATA durante 12 años de continua actividad. En las páginas de este documento, se encuentra el saber de experimentados talleristas y escritores. Esperamos, que su contribución sea de gran utilidad para personas o grupos interesados en la escritura. Al igual que en las dos ediciones anteriores, esta nueva versión de la guía continuará adecuándose y construyéndose para reflejar nuevas experiencias, y así mantener el diálogo en el contexto de creadores y formadores de todos los rincones de nuestro país. Carmen Inés Vásquez Camacho Ministra de Cultura

Encuentro Nacional RELATA 2016

CORREGIR, CORREGIR, VOLVER A ESCUCHAR. LEER COMO LEE UN ESCRITOR José Zuleta Creador del programa Libertad Bajo Palabra Escribir mucho, romper mucho y no apresurarse a publicar. Dijo Borges que le dijo su padre. Con otras palabras han dicho lo mismo muchos otros. También se ha dicho que enseñar a escribir literatura no es posible. Que a lo sumo podemos enseñar a corregir. Que allí es donde reside el verdadero aprendizaje: en aprender a corregirse. El escritor no avanzará si se complace con facilidad. Una autoestima elevada puede ser nefasta para un escritor en su época de aprendizaje, y en cualquier época. Se puede inferir que el mejor lugar en el que puede aprender un escritor es en sus propios textos. En los talleres que he recibido y en los que he dado, en las conversaciones con otros escritores, he confirmado que es en la lucha con nuestras torpezas de donde suelen salir textos legibles. Ariel Rivadeneira dice: “El escritor trabaja con un material rebelde: el lenguaje común, que es a la vez libertad y prisión, medio y obstáculo. Se escribe con y contra la lengua, como el escultor con la piedra”. A ello se puede agregar que se escribe con y contra los propios prejuicios, con y contra las certezas y los gustos. En esa pugna y en esa confrontación reside en gran medida el trabajo del escritor. ¿Cómo hacer para avanzar?: riñendo con el texto, confrontándolo al leerlo a otros y escuchándolo de otros labios. Por ello insto e insisto en la corrección. La calidad de un texto literario depende en gran parte del lector al cual se dirige ese texto. Hay una relativa equivalencia entre la elección de nuestras lecturas y el lector ideal al cual escribimos. Si nos contentamos con que un texto nos mantenga interesados hasta el final, es decir, con su aspecto argumental, probablemente leeremos muchos libros que no nos van a aportar en el sentido de la calidad literaria y en esa misma medida seremos complacientes con nuestros textos en cuanto a su calidad. Lo que trato de decir es que un lector exigente es un mejor candidato a ser escritor que un lector complaciente. Por eso es tan importante aprender a leer con todas las antenas desplegadas: las estéticas, las de coherencia y equilibrio, las irracionales y las racionales, las de la lógica y las del gusto, las de la intuición y las del rigor estético. Y saber que la literatura es pensamiento y música. Y que la calidad tiene que ver con el lenguaje, que la factura del texto está íntimamente ligada a ello. Y que la poesía ha sido esencial en la formación de los grandes narradores.

Taller RELATA en Riohacha, Guajira con Alberto Salcedo Ramos. 2018

SOBRE EL TALLER VIRTUAL DE POESÍA O REFLEXIONES DESDE UQBAR Y TLÖN Antonio Silvera Arenas Director del taller virtual de poesía Casi inmediatamente la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que anhelaba ceder. Hace diez años bastaba cualquier simetría con apariencia de orden –el materialismo dialéctico, el antisemitismo, el nazismo– para embelesar a los hombres. ¿Cómo no someterse a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado? Al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesis prematuras comprendieron que una generación no bastaba para articular un país. […] ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sito de otro, del que nada sabemos -salvo que es falso. […] una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo. Jorge Luis Borges, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” Lo primero a tomar en cuenta es que un taller virtual es un escenario netamente artificial, una pequeña comarca de un país en un planeta imaginario, como aquellos sitios que soñara Borges en el fantástico cuento del que he tomado las líneas iniciales de estas reflexiones. Todo ello exige una clara conciencia de invención. En mi caso, ello supuso y supone un reto permanente, pues estoy lejos de ser parte de esa generación denominada millennials, que ha venido al mundo en medio de otro, y aún otros, totalmente alternos. En tal sentido, aun sabiendo que detrás existe un rostro real, hay que acostumbrarse a interactuar con meras imágenes que solo se manifiestan a través de instancias irreales como el foro virtual, el chat virtual, mensajes virtuales y textos que por serlo siempre han gozado de esa misma característica. Pero, por otra parte, la impresión de incorporeidad inicial tiene a futuro sus ventajas, ya que la lectura de los textos producidos por los participantes no está mediada por su presencia física, y así se evita la alteración en el trabajo tutorial que puede sobrevenir del carisma del autor o de su particular interpretación de los textos al leerlos en voz alta, lo cual, sabemos, es una virtud que se da con frecuencia en el caso de la poesía y puede dejar en un segundo grado de importancia al texto mismo, para destacar equívocamente la voz física o el histrionismo del autor. También tiene la ventaja de la inmediata conexión con materiales en variados formatos (entrevistas, filmes, lecturas, conferencias, pdf, e-books, audios, blogs…) para resolver inquietudes a través de la web. Algunos de dichos materiales se adjuntan a los temas tratados, pero otros surgen al fragor del chat o del texto leído y robustecen de inmediato los argumentos y las explicaciones. Hay aún un importante aspecto que proviene de la virtualidad y es que el director se encuentra en la misma situación que los participantes: solo puede darse a conocer en forma virtual. En este sentido, un taller virtual resulta aún más exigente, ya que la condición física del director en talleres presenciales lo exonera de algunas tareas que la virtualidad no puede obviar. De entrada, esta obliga al director a manifestarse solo en estos términos, por lo menos en el desarrollo de los diferentes temas, y allí no hay lugar para los interesantes caminos abiertos por las circunstancias que se presentan durante una clase presencial. Ello me obligó a realizar una actividad que quizá nunca se hubiera dado en un escenario real y es que ante la ausencia de un espacio físico, el taller, por una particular paradoja, debe concretarse en su totalidad, pues, precisamente, el taller virtual solo existe como tal, es decir, solo llega a serlo a partir de las distintas formas textuales que lo conforman. Como cualquier objeto virtual, un libro, por ejemplo, que solo cumple su función al ser leído, el taller virtual solo se hace tal cuando se ejecuta y, en tal sentido, es obligatorio para el director plasmar por escrito cada asunto a tratar. Así, mientras en un taller presencial puede ser suficiente la enunciación de indicaciones generales y apoyarse de lleno en los textos teóricos y propiamente literarios de los autores preexistentes, en el taller virtual, el director se ve obligado a exponer y desarrollar en detalle cuanto pretende dar a conocer a los participantes. Ello significa pasar del terreno de la oralidad a la escritura, convertirse también, aunque siempre lo haya sido, en un tutor creador, cuyas ideas, herramientas y procedimientos deben evidenciarse siempre. Por fortuna, la experiencia previa en la elaboración de textos didácticos facilitó en mi caso esa transición, y desarrollé cada tema en tres momentos por demás típicos: la motivación, la conceptualización y, finalmente, los ejercicios que sirven para constatar qué tanto se asimila lo estudiado. Ahora bien, en esencia, los temas a tratar en un taller virtual de poesía son los mismos que en el presencial. En esto se pueden seguir varios caminos, pero pienso que tarde o temprano terminan coincidiendo. Así pues, en términos generales, ellos son: el concepto de literatura en tanto arte y la diferencia entre el autor y su obra; el valor de la lectura, del conocimiento de los autores y las obras fundamentales para precisar el concepto de la originalidad y de sus límites; el reconocimiento de la palabra como material fundamental del trabajo del poeta y, por tanto, de sus aspectos materiales o sonoros, sintácticos, significativos y prácticos; la metáfora como el aspecto más importante de la literatura, pero no solamente su utilización como imagen específica sino como valor general de todo el texto, pues una obra literaria corre el riesgo de la puerilidad y de la intrascendencia si no propicia otros significados ajenos al, no menos fundamental, de despertar placer, de ser amena; las diferencias y coincidencias entre el relato y la lírica; el verso tradicional, el verso libre y el poema en prosa; los enunciadores y destinatarios en el poema; y los tonos o subgéneros poéticos. Cada uno de estos temas busca un objetivo concreto. Por ejemplo, en el caso del primer tema (que denomino “El arte de la literatura”), la intención es que el participante reconozca a la literatura como lo que es: una ficción, un arte, y al autor como un artista: que no confunda la realidad del autor, de sí mismo, con la del poeta, quien es simplemente un personaje de su obra y que solo existe en ella. A la farándula le interesa el personaje y crear una leyenda del autor, que termina distrayendo de lo más importante. Esto, a mi modo de ver, es la primera cosa que un autor debe aprender para que no se crea o, en los peores casos, supere el mito romántico de la excepcionalidad esencial del poeta entre los demás seres humanos. Suelo usar, para ello, tres textos extraordinarios: “Mis lectores” del ruso Nikolai Gumiliov, “Browning resuelve ser poeta” de Jorge Luis Borges y “El hombre invisible” de Pablo Neruda. Para ilustrar el objetivo se lee este fragmento: Yo no ofendo a mis lectores con mis neurastenias, Ni los vejo con mi ardor espiritual, No los canso con insinuaciones serias Cuyo fondo no vale la pena. Pero cuando alrededor silban las balas, Cuando las olas rompen la borda, Les enseño con mis versos a no temer, A no temer y hacer lo que corresponda. Nikolai Gumiliov, “Mis lectores” (versión de Jorge Bustamante) De manera similar, en los tres poemas citados, los autores plantean una distancia entre el autor real y su obra. Borges, verbigracia, pone en boca de Browning la expresión “Viviré de olvidarme”, que es lo que una persona hace cuando escribe un texto literario, ficticio, pues, aun el poema más visceral lo es. Para rematar el tema, les propongo elaborar un texto que trate de cosas que no son poéticamente convencionales y sobre las cuales quizá nunca escribirían, como el sudor, el mugre o la arepa, o que hagan tautogramas, es decir, textos que empiecen por la misma letra, lo que los obliga a exigirse más allá de sus propios intereses si quieren conseguir un resultado coherente. Presento dos interesantes textos en torno a este ejercicio: Somos sepultureros de nuestros propios días. Como aquellos hombres a los que nadie mira por tener los ojos llenos de lágrimas o estar viendo solo sus manos mientras ponen los ladrillos uno sobre otro, vamos sepultando en las bóvedas del sueño los cuerpos sin vida de los momentos ya pasados. Sin embargo, tras dejar atrás las tumbas y la gente llorosa, el sepulturero cuida una planta en su casa. El durmiente tiene un sueño en el que se cumple lo que siempre ha deseado y sonríe, aunque no lo recuerde después. Tania Espitia Becerra, “Sepultureros”, participante del taller virtual de poesía Y un particular tautograma con la letra y fonema a: Habiendo amado, ¿amarás? Acuérdate amarte antes, alma hambrienta. Amar alienta, amar amarra. Alegría, apego, abrazo, angustia… ¿Aun así amarás? Antes, ahora, amanecerás abandonada al abismo absoluto. Mirelcy Morales, “¿Amarás aún?”, participante del taller virtual de poesía Otra importante lección, ligada a la de propiciar en el autor novato el hábito de las buenas lecturas y que no puedo omitir ante la calva ocasión, particularmente en el ámbito de la lírica, es la de no desdeñar a los grandes poetas de su lengua y de su entorno regional y nacional que lo han precedido en el tiempo, pues, con frecuencia, el joven autor, obnubilado por la intemporalidad característica de las traducciones, olvida que todos los textos están escritos en una lengua específica, como la que ejerce él mismo, y que está obligado a conocer lo mejor posible. Aparte de ello, hay una serie de elementos en cuanto a la escritura propiamente dicha, que se pueden describir en general, pero que solo cobran sentido en la evaluación de un texto concreto. Estos no necesariamente deben tratarse en el programa general, de hecho suelo obviarlos, aunque hay talleristas que le dan una gran relevancia. Aquí entran en juego aspectos como la precisión expresiva, los vicios tautológicos, la verborragia, la evitación del lugar común, la puntuación y la ortografía. Una última consideración de mi experiencia como director de un taller virtual de literatura y en particular del trabajo de RELATA es que gracias a este privilegio, como muchos que he tenido en esta ya considerable experiencia como autor y como director, he podido trascender el espacio limitado de mi entorno inmediato y, quizá, de ayudar a despejar un camino a mujeres y hombres que han interactuado conmigo en los cuatro puntos cardinales de Colombia y aun de colombianos que pergeñan sus textos más allá de nuestras virtuales fronteras.

Encuentro Nacional RELATA 2016

LA ENSEÑANZA DE LA ESCRITURA CREATIVA Enrique Winter Creador del diplomado en Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. “El problema con enseñar poesía es quizás el contrario de otras áreas. Los estudiantes llegan creyendo que es personal y relevante, pero trato de que la vean como formal, estructural, histórica, colaborativa e ideológica. ¡Qué aguafiestas!”, apunta Charles Bernstein. La enseñanza de la escritura creativa empieza en este gesto curiosamente frío que le traduje al poeta norteamericano, porque a diferencia de lo que piensan la mayoría de quienes escriben de forma apasionada en sus ratos libres, aquello que realizan no es solo lo que sienten en lo más íntimo, sino parte de una actividad humana que responde como cualquier otra, consciente o inconscientemente, a su contexto. Lo primero que hemos de compartir entonces con los potenciales escritores es la pérdida de la ingenuidad que proviene del desconocimiento del estado del arte, dejando al mismo tiempo intacta la que nos haga sentir la maravilla de lo que no habíamos observado. Esto es, incentivarlos a adentrarse en lo que ya existe para que puedan hacer lo que aún no se ha hecho. Quienes asisten a los talleres creen que sus textos son sumamente personales, cuando lo más probable es que estén reproduciendo la manera en que otros muy distintos a ellos han sido personales. Esta es una paradoja que he visto con reiteración en mis cursos: todos los humanos somos únicos y, puestos a escribir, solemos hacerlo de la misma manera, evocando frases que creemos más literarias que las propias. Para eso usamos palabras como vientre o abismo, que rara vez usaríamos en nuestra vida cotidiana y que, por escrito, reemplazan con vacía y abstracta grandilocuencia sensaciones más poderosas y específicas que podemos tener sobre las cosas o mejor, que sospechamos sobre ellas, porque la escritura se construye desde la duda y no desde las certezas. Qué aburrimiento más grande escribir solo de lo que ya sabemos y qué goce hacerlo para irnos dando cuenta sobre la marcha de nuestros recelos. La literatura no es relevante y eso es una bendición, porque nos da la libertad que las disciplinas relevantes no tienen, demasiado preocupadas de vender productos, cuando se trata del mercadeo, o de prescribir conductas, cuando se trata del derecho, por solo nombrar dos. La poesía y por extensión todo género literario carece de un fin fuera de sí mismo y por eso es el lugar donde todo puede suceder sin necesidad de que tenga sentido. Aquí una palabra puede seguir a otra porque suena similar, porque juntas generan una música o sencillamente porque uno se equivocó. No va a cambiar el mundo de golpe por estos juegos, pero sí, al ampliar las maneras de decir a otras distintas de las del poder, cambiará el lenguaje que haga este mundo habitable. Y por ello la falta de relevancia es profundamente política, ya que hace legibles y audibles los discursos tanto de los creativos como de los menos poderosos, muchas veces entremezclados. Que la enseñanza de la escritura creativa sea formal y estructural nos recuerda que la sangre sin venas no sirve para nada. No se trata de constreñir la inspiración a un corsé de clasicismos sino de mostrar cómo, por su propia falta de fines y exceso de libertad, en la literatura no hay una distinción de forma y fondo, como tampoco la hay en ella entre el medio y el mensaje. El medio mismo es el mensaje, escrito en primera, segunda o tercera persona del singular o del plural, en alguno de los pasados, presentes y futuros que la lengua nos permite y en los que podamos inventarnos para el caso. En los talleres tratamos de que el texto pueda decir lo que quería aun a costa del autor que no pensó en cada una de las paradojas que se suceden al escribir. Mientras más verbos uno ponga en la frase más estática se vuelve, por ejemplo, y mientras más cercana sea la historia es probable que funcione mejor narrarla a distancia. Los poemas sobre viajes suelen ser más estables formalmente respecto de la soltura que hallamos en los poemas sobre la quietud. Asimismo, es fundamental enseñar las cualidades performativas de las palabras, enseñar que ellas pueden generar lo que dicen mientras lo dicen. La puntuación produce el carácter fragmentario o continuo, además de la velocidad de lo que sucede en el relato y las palabras, sobre todo, vibran, tienen propiedades enigmáticas gracias a sus sonidos pesados o leves, tendientes al silencio o al estruendo; pueden, además, convocar miedo o alegría sin nombrarlos, sino solo por cómo resuenan. La literatura convoca en el lector algo mayor a lo que dice justamente por lo que va callando. Se opone así, en su preferencia por la evocación, a la mera información a la cual sirven comúnmente las palabras. La literatura es, además, el arte verbal consistente en traspasar los límites de lo que nuestro idioma puede hacer; sin duda una empresa ambiciosa que no sería posible sin la colaboración de todos. Creo en los talleres literarios porque en ellos opinan los más y menos leídos, los con más y menos experiencia, diferencias que importan menos en cantidad que en calidad: como los estudiantes vienen de múltiples lugares físicos, etarios y valóricos leen cada uno un texto distinto en el mismo que se les entregó, permitiendo que el autor encuentre allí lo que ni él o ella sabía que buscaba. Los lectores de otras tradiciones denuncian los prejuicios que uno pudo naturalizar, porque los mundillos literarios son pequeños y solemos no darnos cuenta de que aquello celebrado en nuestro círculo puede ser un interesante problema en otros. Para acentuarlo me valgo también de ejercicios de traducción. Se suele creer, con admirable suspicacia, que las palabras sirven para transmitir ideologías; la enseñanza de la escritura creativa muestra que el mismo lenguaje es ideológico, que la manera en que lo usamos realza o esconde cosas del mundo en beneficio de algunos. Las palabras son así un material a través del cual se puede sentir el mundo, pero solo de maneras distorsionadas. Por eso la escritura que hace visibles las maneras de las minorías es política, aunque no denuncie directamente sus realidades; por eso es también política la que se opone a las formas en apariencia sencillas y directas del poder. Porque mucho de lo que hoy creemos tradicional no lo era diez o cien años atrás y lo que entendemos hoy no lo entendíamos antes, porque la escritura es, como todo lo humano, decía, histórica. No tenemos vuelta cuando escribimos: o confirmamos un estado de cosas o nos oponemos a él. Apenas empecé mi maestría en escritura creativa, una compañera me dijo que se notaba en mis ojos que no había sufrido nunca. Me lo dijo de la manera casual en que los gatos usan los bigotes asegurando la anchura para pasar el resto del cuerpo. Allí donde algo me faltara, aunque fuera el sufrimiento mismo, cabía otra persona que sospeché sería ella. El procedimiento que usó conmigo no es muy distinto al del poeta Juan de Yepes, más conocido como san Juan de la Cruz, quien se vacía en Noche oscura del alma para que en ese espacio quepa un dios. Los talleres evitan la extendida confianza en contarlo todo a tal detalle que entre ellos no quepa un lector. Hay que aprender, literalmente, a dejar espacios que el lector pueda llenar con sus propias inquietudes, dejarlo salir a la aventura sin tomarlo de la mano ni creernos más inteligentes que él. Agujeros que ahondar, esas son las elipsis. Propongo una escritura que, aun en su propia abundancia, deje esos espacios. Los escritores mismos han de crear las condiciones para que su obra pueda hacerse uno donde no lo tenía. En lo que se vacía –término que titulaba el curso de doctorado que me permitieron tomar en el programa–, en lo incompleto y en el silencio, están las condiciones para la escritura porque, además, de lo que no se pudo hablar se escribe años después. Y es mejor que los talleres de escritura creativa instruyan en el arte de la observación y la paciencia, tanto para el autor como para los personajes que delinee. También que instruyan en el arte de la pérdida, primero del tiempo, luego de páginas y páginas de manuscritos que con suerte nos habrán llevado al comienzo del camino. Para ilustrarlo, comparto aquí una segunda y última anécdota de mi paso por la maestría: escribía por primera vez una novela con alguna estructura previa y no con la inspiración asignada históricamente a la poesía. Empezaba a componer la continuidad de los fragmentos narrativos antes de reunir el material ya escrito, a entrar de a poco en un inconsciente más perverso que aquel al que solía acceder. Traía apuntes para una novela en dos direcciones, una cercana a mis experiencias de viaje, que me urgía contar, y otra que era más bien la excusa para desarrollarla. Por supuesto que esta última, del libro sobre taxidermistas que leía el galán porno dentro del poema de una autora que había editado, me convocó más que el impulso inicial y a cada necesidad del relato fueron apareciendo ante mí nociones que no habría imaginado propias. Donde atropellaba perros surgían imágenes y recuerdos olvidados, en los que la realidad y la ficción eran una misma cosa. La escribí en tiempo presente, porque creo que solo pensaba de esa manera entonces, como la mayoría de los jóvenes. La primera versión de Las bolsas de basura la hice durante el taller de Diamela Eltit, pródigo en mostrarnos las implicancias simbólicas de nuestros textos, que nunca más serían inocentes. Cuando pasé mi quinta entrega y final del segundo semestre, ella concluyó ante la clase: felicito al autor, porque ya tiene su novela. Luego de una pausa, agregó: ahora le toca escribirla. ¿Es posible, entonces, enseñar a escribir? Al menos se puede desaprender a hacerlo, porque el mayor problema para un escritor no es lo que hace mal sino lo que hace bien. Aquello que nos engolosina, por el gusto mismo que nos genera vernos capaces de componerlo, asfixia el texto y hasta puede matarlo. Enseñar a escribir es también enseñar a borrar, promover la escritura automática, sin pensarla, promover ejercicios con constricciones que nos lleven más allá de donde llegaríamos solos. Y respecto de lo que nos sale peor, claro que se aprende a mejorarlo y se aprende leyendo. Es fundamental que el tutor tenga las referencias a la mano para recomendar los libros que por cercanía u oposición le propondrán nuevos dilemas al autor. La escritura es así colaborativa no solo con los presentes sino sobre todo con quienes escribieron antes de nosotros. Somos quienes nos contaron que somos, así se trate de nuestra nacionalidad, religión o género que creíamos inamovibles. Sorprende darse cuenta de que el relato precede a la identidad y que esta es casi el opuesto de nuestra propia personalidad. La identidad es justamente el colectivo del que bajo determinados puntos de vista formamos parte. Por eso también la enseñanza de la escritura creativa es el lugar para levantar alteridades, otras identidades que están en nosotros mismos o que nos son desconocidas justo porque hasta ahora ha faltado alguien que las cuente. El desafío no es fácil, porque escribir implica, a la vez, hacer un ejercicio contrario, como si no supiéramos aquello que sí sabemos, para que el lector, que es quien realmente no lo sabe, quien ni siquiera sabe quiénes somos nosotros, lo comprenda y siga pasando las páginas. Cuando leemos necesitamos entender quién habla o desde donde lo hace, por qué actúa así, por más que todo lo demás sea vago. Y si no lo sabemos, entonces el tiempo o el espacio, o quizás el tono deberían ser estables. Aprender a escribir es aprender a elegir las batallas también. Incentivo escrituras sin personajes o que los pongan en entredicho, sin tiempos o con tiempos fragmentarios, pero si se hace todo a la vez, es probable que nos alejemos demasiado de la comunicabilidad, que es uno de los dos extremos de este desafío: en la plena comunicabilidad no hay arte, en el pleno arte no hay comunicabilidad. La escritura se mueve entre medio, sin tantos recursos porque, a grandes rasgos, se escribe en pasado o en presente, en primera o en tercera persona, y sobre no más de un par o de hasta siete tramas. Escribimos sencillamente marcas negras sobre un fondo blanco y en esa misma limitación encontramos un potencial enorme. Mis cursos introducen en los problemas de las literaturas contemporáneas, enseñándoles a los estudiantes a leer desde la perspectiva del escritor hasta que, eventualmente, se conviertan en uno. Aparte del objetivo democratizador de este conocimiento, busco darles a conocer estrategias posibles de escritura a través de los mecanismos de funcionamiento de cada género contemporáneo. Así, por ejemplo, muestro cómo la poesía precede al origen mismo del mundo, de acuerdo con el filósofo Andrés Claro, porque el Timeo de Platón o el Génesis bíblico están escritos a la manera de la poesía griega y hebrea, respectivamente, que ya existía en esa época. Enseño a entender que el romanticismo tuvo un sentido histórico al oponer el ocio al trabajo, la enfermedad a la salud, la noche al día y el amor a la producción que exigía la Revolución Industrial, motivos que, de sostenerse hoy, responderían a otros estímulos que la mera expresión de sentimientos. Luego los poetas fundaron países en el siglo xix cuando era necesario unificar determinadas características comunes a través del canto. Conocer y problematizar la condición y autonomía reflexiva del ensayo literario con su mirada tentativa, divagante y digresiva es otro ejemplo. Para la narrativa, en tanto, me parece crucial aprender a distinguir y luego a construir el efecto de realidad del que hablaba Roland Barthes a propósito de las descripciones de Gustave Flaubert, entender como artificio incluso lo que creíamos realista, porque en la realidad no estamos atentos a la vez a las palabras, los sonidos y olores de distinta entidad; aprovechando el lenguaje específico de la literatura para ir más lejos y más cerca del que nos propondría una película. Para ello pongo un énfasis en familiarizarlos con el estilo libre indirecto, que permite leer a los personajes a través de la agilidad de la narración que a veces ellos mismos se toman. No todo ha de ser explicado, más bien casi nada, para eso están las acciones de los personajes, que son las que mejor los describen. En la vida nos bastan dos o tres anécdotas sobre alguien para hacernos la figura completa en la mente; en la literatura también. La metodología que más resultados me ha traído es la mezcla de clases teóricas con un diálogo generoso de los estudiantes al opinar sobre los textos de sus compañeros, sumada a ejercicios libres y dirigidos. Se puede ser muy exigente sin renunciar al cariño por quienes han tenido la valentía de exponer su arte a las críticas; son esas mismas críticas las que pueden formar parte del texto final. Si en algo se diferencia el arte moderno del clásico es en que muestra sus procedimientos, los andamios de un edificio que nunca se entrega del todo. Ya no pretendemos que la obra maestra esté fuera del mundo o de los procesos que llevaron a ella. En los caminos que ahora podemos revelar se hace viable un universo de sensaciones que, además, son propias de la tradición de nuestro continente y lengua, atenta a las vicisitudes de las crisis del lenguaje. Promuevo que despierten los cinco o más sentidos en el texto a través de interpretaciones, asociaciones, analogías, azares controlados, imágenes y alegorías, sobre todo de la empatía, porque la literatura tiene una importante capacidad de ponernos en el lugar del otro y de sus particulares experiencias. La enseñanza de la escritura creativa debe valorar el arrojo, necesario, pero no suficiente; valorar también la intervención cultural que genere el texto, no para homogeneizar la escritura sino, por el contrario, para acabar con la dictadura del poema lineal y redondo, del cuento que se juega todo en el final u otros lugares comunes de la disciplina que mejor puede expresar nuestra fragilidad. A medida que ofrezco talleres avanzados, los textos de los propios estudiantes adquieren preminencia. No puedo terminar sin sumar una última paradoja a las ya expuestas. Tal como muchos otros, yo también escribo para callar; sin embargo, en los talleres me tienen hablando. Lo mismo les sucede a los estudiantes que, de pronto, se ven enfrentados a la condición intrínsecamente pública de la escritura una vez que se la pretende literaria. Recomiendo corregir borrando durante años hasta que de la verborrea adolescente quede el núcleo fundamental de las propias voces y desde ese núcleo recién comenzar a ser todo lo excesivo que se desee sin reproducir lo que ya está enteramente dicho en la cultura de la que formamos parte. Porque la literatura va del caso al todo y no al revés como la sociología u otras disciplinas. A escribir, como a hablar primero y luego a callar para volver a hablar mejor, también se aprende.

Enrique Winter en el Encuentro Nacional RELATA 2018

PLANEACIÓN DE UN TALLER DE ESCRITURA CREATIVA Armar el taller de escritura creativa es la apertura a una ilusión: la de encontrar oportunidades para compartir tiempo y esfuerzo con los arriesgados interlocutores que quieran participar en un juego en cuyas apuestas la familia, la escuela, las instituciones políticas, las iglesias e incluso algunos escritores creen que todo está perdido. Por eso precisamente hay que insistir. Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá Desde sus inicios RELATA ha sido un espacio de articulación de iniciativas locales de escritura creativa, muchas de las cuales tenían una trayectoria importante en la realización de talleres literarios, con sus metodologías y enfoques particulares. El taller nació, por allá en 1985, debido a la necesidad de tener con quien compartir el ejercicio de leer y escribir. Empezamos a jugar como lo hicieron los dadaístas y luego los surrealistas hasta inventarnos otras formas de disparar el gusto por el arte y la literatura, en medio de una región convulsionada por la violencia: buscábamos que los jóvenes, por medio de tertulias racionalizadas, rompieran con los prejuicios de toda índole. Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia De la misma forma, RELATA ha acogido nuevos talleres, respetando siempre la autonomía académica y creativa de los directores recién llegados. Nuestro taller nació de una idea que tuvimos algunas personas cuando éramos miembros del grupo de amigos de la biblioteca pública, ya que muchos compartíamos el gusto por la escritura. Tuvimos a la mano un folleto de publicidad de RELATA y en el año 2012 nos dimos a la tarea de conformar el grupo. Llenamos los requisitos, conseguimos el aval, enviamos nuestra solicitud a Bogotá y la aceptaron. Desde entonces estamos trabajando en pro de la cultura y las letras. Ángela Cajiao Meneses, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño La labor de los talleres agrupados por RELATA incluye la lectura y la reflexión literaria, pero su razón de ser son los procesos de creación: trabajar con los participantes de manera práctica y analítica en el desarrollo y la consolidación de su potencial como escritores, sin importar el género o la forma literaria que decidan explorar. En nuestro taller se guía a los asistentes hacia un encuentro íntimo, en el cual la soledad y el silencio no se conviertan en amenazas sino en posibilidades de crear nuevos mundos. Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá Para RELATA lo más importante es promover la producción literaria: despertar y rescatar las voces de las regiones y dar visibilidad a las múltiples formas de contar el país. Mi taller tiene un componente especial este año: además de escribir por el mero placer de contar algo, busca que se cuente la tradición de los Llanos: sus mitos y leyendas. Entonces está compuesto por una primera fase de narración oral en la que invitados autóctonos –llaneros campesinos y folcloristas– cuentan sus historias, sus experiencias y su sentir. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca, Lee, Escribe y Cuenta, Arauca Hay que señalar que en Colombia, en los últimos años, a la par de la consolidación y el crecimiento de RELATA, han surgido en universidades de renombre programas de escritura creativa y creación literaria: maestrías, especializaciones, diplomados y un pregrado. Una estudiante [de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional] decía que había lidiado con muchas ironías durante los cuatro semestres de estudios; una de ellas era que los estudiantes de literatura o de otras disciplinas se burlaban de ella: ¿Ya estás lista para graduarte de escritora?, le decían, como si este hecho fuera imposible o poco serio. Sin embargo, ya no se lo dicen, por la sencilla razón de que ella tiene en su carpeta un paquete de cuentos que demuestra que tal vez sí, en efecto, ya está lista para graduarse en la Maestría, pero sobre todo, que siempre fue una escritora porque eso no es algo que se aprende: es algo que se practica. Roberto Rubiano Vargas, “La musa y el artesano” La existencia de estos programas de enseñanza formal constituye un avance significativo para la escritura creativa: la profesionalización del oficio del escritor. Hoy en Estados Unidos existen más de 500 maestrías y programas de postgrado en escritura creativa, para no mencionar los centenares o miles de talleres y programas comunitarios. Podríamos decir que quizá en Estados Unidos no todos los estudiantes que se gradúan al año en estas maestrías están destinados a ser escritores importantes, pero la gran mayoría de los escritores norteamericanos importantes de la actualidad han salido de esas maestrías y talleres o los han visitado en alguna ocasión, al menos para dictar un curso. Junot Díaz, premio Pulitzer de novela 2008, es una muestra de un escritor que no solo es graduado “como escritor” de la Universidad de Cornell, sino que dicta cursos de escritura creativa en MIT. Roberto Rubiano Vargas, “La musa y el artesano” Para RELATA, como pionera y promotora de la escritura creativa en las regiones, esto representa un reto al que debe responder con el fortalecimiento de los programas que se dictan en sus talleres y la ratificación del valor de su trabajo para la cultura y las artes en el país. Esta guía pretende ayudar en la consolidación de los programas de escritura creativa del país, pero no es exclusiva para los talleres de RELATA. Por el contrario, se dirige a todas las personas o grupos de personas interesados en la creación de un taller de escritura creativa, sin importar si desean pertenecer o no a la red. Antes que un curso, un taller de escritura literaria ha de entenderse como un transcurso, esto es, como un proceso de apropiación de conceptos y herramientas útiles al propósito central de escribir artísticamente, en consecuencia, no debe estar atado a una programación rígida, que para eso están la escuela y los diplomados. Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca ¿Quién puede ser director de un taller de escritura creativa? Tomé aguja de crochet e hilaza para empezar a tejer una nueva obra artesanal; entrelacé palabras, sonrisas, lágrimas, personajes y levanté pilares que se tomaron de las manos y, uno a uno, formaron este taller que se mantiene vivo gracias a cada nueva historia. Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander El director es el alma de su taller de escritura creativa. Sugerimos bibliografía en una u otra dirección; planeamos y diseñamos ejercicios que los ayuden a vislumbrar un camino menos inseguro y que solo ellos lograrán resolver; leemos en su compañía esos cuentos de antes y de ahora que tanto nos deslumbran, les buscamos costuras, nos imaginamos a los escritores en el momento de ir perfilándolos; les decimos lo que no se debe hacer a la hora de escribir un cuento y les afectamos el estilo poniéndolos a leer malos cuentos para que entiendan los fracasos; les revisamos sus pequeños ejercicios y les subrayamos con lápiz rojo los “errores” en los que suelen incurrir; leemos con ellos entrevistas a cuentistas consagrados, poéticas viejas y nuevas del cuento, antologías asociadas por los más burdos caprichos editoriales (mujeres casadas, mujeres solas, mujeres casi solas, hombres en trenes, hombres en retretes, menores de 39 años, de 20 años, párvulos); revisamos correspondencias ajenas para ver en esas confesiones algunos votos de fe sobre el oficio. Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila Su labor no se limita a coordinar el taller, el director de un taller anima la lectura y la escritura en su comunidad, apoya la gestión con entidades locales y promueve el intercambio con escritores, participantes y otros directores de talleres. Somos un grupo literario y cultural que promueve la lectura, la escritura y otras manifestaciones culturales. Nuestro quehacer se centra actualmente en la realización de actividades de lectura y escritura dirigidas a diferentes grupos de la comunidad. También resaltamos, en recitales literarios, a cultores que han creado algún bien cultural. Ana Isabel Gómez Arzuza, directora del Taller Pisisí Lee, Turbo, Antioquia Se recomienda que los directores de taller sean escritores, docentes o gestores culturales procedentes de la localidad donde el taller se lleva a cabo. En mi taller se cruzan mi experiencia como miembro de un taller de escritura en una universidad pública durante los años de formación profesional y la oportunidad que ofrece como ventana de desarrollo profesional y apertura a otros horizontes institucionales y comunitarios complementarios a mi labor actual de docente universitario. Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá Un director de taller debe tener capacidad de gestión con estamentos públicos y privados, pero también gran familiaridad con el oficio del escritor, de modo que pueda orientar a los participantes, fortalecer su vocación y motivarlos para que formen una disciplina sólida de lectura y escritura. Enseño la escritura creativa a partir de su ejercicio, quiero decir, desde lo que hago. Que un escritor pretenda enseñar a quienes comienzan parece una consecuencia natural del oficio. Un escritor enseña desde lo que sabe que escribe; quien no escribe, enseña preceptivas o lindos juegos de emoción. Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca El papel del director comprende:

  • Saber encontrar detonadores y ejercicios que faciliten la escritura y motiven a los participantes a explorarla con libertad.

  • Ofrecer una adecuada guía de lecturas para familiarizar a los participantes con la tradición literaria y enriquecer sus procesos de escritura.

  • Orientar y moderar las discusiones del taller, dentro de un clima de respeto y teniendo muy claro que se critica a los escritos y no a las personas.

  • Tener la capacidad de sacar lo mejor de los textos que se producen en el taller para proyectarlos en todo su potencial.

  • Ser capaz de dar pautas y consejos a cada participante, respetando siempre el trabajo individual y evitando caer en la trampa de imponer un modo de escribir.

  • Servir de editor de los textos.

  • Ser un gestor cultural que ayude a circular y dar visibilidad a la producción literaria del taller a través de diversos medios de difusión: publicaciones, medios de comunicación, eventos literarios e internet.

¿Qué cualidades debe tener un taller de escritura creativa? El taller de escritura creativa supone un dominio del lenguaje escrito y de las herramientas disponibles para la construcción de textos. Es un espacio de entrenamiento, donde se exploran e investigan las posibilidades de escritura que ofrece la tradición literaria. El taller es un espacio de diálogo, creatividad y valoración de la palabra escrita. No todos los asistentes que llegan a nuestro taller lo hacen con el objetivo de convertirse en escritores: a algunos simplemente les gusta experimentar o tienen curiosidad. Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba Un taller de escritura creativa tiene objetivos diferentes y de mayor alcance que un curso de literatura o un taller de redacción o lectoescritura, pues busca que cada participante descubra su potencial literario. Considero que la escritura creativa transforma una parte de las personas y a mí me interesa que los asistentes se apoderen de las herramientas, produzcan con calidad y, sobre todo, que transformen su mirada de la realidad y sean personas críticas. Sin ello no creo que sea posible escribir bien. Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba En el taller se trabaja para aguzar la sensibilidad de los participantes y potenciar sus capacidades con el fin de que puedan dotar de sentido y resignificar su realidad. El taller no es un fin en sí mismo sino un espacio donde el asistente descubre el poder de la escritura. En el momento de la crítica, el clima de camaradería es muy importante, pues hay circulación de emociones que se regulan mejor en un ambiente amable. En este sentido, se incentiva la afectividad positiva y se aprende a exteriorizar lo que se siente. Todos siempre quedamos en los zapatos del otro. Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima Para el escritor en formación el taller es una comunidad creativa, un lugar de intercambio intelectual, donde conoce, valora y aprende del trabajo de los otros y así mismo se somete a críticas y recibe aportes de sus colegas. Ante todo, el respeto. Nadie en el taller, por más experiencia que tenga, debe sentirse superior a sus compañeros. Respeto al leer y valorar la obra del otro: no hacer crítica destructiva sino constructiva, aportarle elementos que puedan ser útiles en su proceso. Y respeto es no imponer las propias opiniones al grupo. El taller es un ejercicio de la libertad, donde cada quien desarrolla la obra que quiere sin imposiciones o limitaciones por parte del director. Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C. En un buen taller de escritura creativa:

  • Se promueve el encuentro entre pares como mecanismo de aprendizaje y una comunicación horizontal, abierta y crítica: el diálogo estimula la escritura y propicia la formación de una comunidad creativa.

  • Se incentiva la lectura dentro y fuera del taller, pues las obras literarias son el espejo donde los escritores en formación se observan y aprenden.

  • Se estimula la búsqueda de temas, la observación atenta y la sensibilidad del escritor en formación para enriquecer y dar profundidad a sus textos.

  • Se procura generar o fortalecer hábitos de escritura, que son fundamentales para el desarrollo de un proceso creativo a largo plazo.

  • Se respetan todos los procesos creativos: cada autor es un mundo aparte y tiene sus propios intereses, gustos y necesidades.

  • Se evita imponer un solo tipo de escritura: en todos los estilos, géneros y corrientes han florecido grandes obras y escritores.

  • Se estimula a los participantes a desarrollar la capacidad autocrítica. Escribir es reescribir: tachar, borrar, descartar lo que no sirve y volver a empezar, una y otra vez.

  • Se proponen metas e, idealmente, se apunta al momento de la edición final de los textos, ya sea en un blog del taller o en un medio impreso.

  • La labor de preparación de los textos, que incluye correcciones y edición, es un trabajo conjunto entre el autor y sus compañeros, con la mediación del director.

  • • El proceso es tan importante como el resultado y el director reconoce los logros individuales de los participantes y los ayuda a valorar los aprendizajes conseguidos en el camino.

Un taller de escritura creativa moderno ha de salirse de los marcos tradicionales y constituirse en un espacio en el que tengan lugar, además de lo clásico, lo popular, y lo posmoderno, lo raro y lo experimental, sin que ello suponga una camisa de fuerza, un lugar donde se recreen las tendencias y se valore aquello que es único y nuevo. Walter Mondragón López, director del Taller Nautilus, Tuluá, Valle del Cauca ¿Cuáles son los alcances y proyecciones de un taller de escritura creativa? El taller lleva nueve años funcionando y ha logrado promocionar y publicar a más de sesenta escritores nuevos del Tolima. Su papel ha sido muy importante para el reconocimiento de nuestros escritores a nivel regional y nacional. El programa de estímulos regionales queda en un setenta por ciento en manos de miembros del taller. Muchos de nuestros participantes se destacan al obtener menciones, premios y reconocimientos que impactan en la comunidad al mostrar que los escritores son personas conocidas y no figuras que viven lejos del mundo real. Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima Es muy importante que el taller se trace unas metas que estimulen a los participantes a apuntar en una dirección: la realización de un proyecto literario. Al concluir el programa del año, cada integrante del taller debe haber completado por lo menos un texto en cualquier género, del cual se sienta satisfecho y cuente con la suficiente corrección para considerársele publicable. Norwell Calderón Rojas, director del Taller Relata Cúcuta, Norte de Santander Los escritores escriben porque quieren ser leídos. La publicación es el fin último de la escritura y la culminación del proceso creativo. Un taller es lo que se escribe. El alcance lo ponen los participantes en un ejercicio escrito que se hace público, siempre que se termine. El alcance del taller es el alcance que tienen los cuentos que se escriben y su forma de hacerse públicos. A veces lo único que se proyecta es un cuento, a veces un buen cuento; a veces un libro; a veces un reconocimiento. Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca Para publicar, el autor tiene que dejar reposar su texto y tomar distancia de él. Solo así es capaz de verlo con nuevos ojos, corregirlo y entregar su mejor versión. Luego debe someterlo a un editor externo y permitir que este haga sugerencias, señale sus inconsistencias y lo modifique. Al final tendrá que desprenderse por completo de su texto y dar paso al lector para que este lo interprete con independencia. La proyección de mi taller es llegar a la cúspide de la creación literaria, es decir, poder ver la obra transformada en el elemento libro, pero partiendo de un proceso donde lo que importa es el camino. José Rafael Aguirre Sepúlveda, director del Taller Letratinta, Itagüí, Antioquia Dentro de las metas de los actuales talleres de RELATA están:

  • Sentar las bases para la escritura de un proyecto literario.

  • Publicar un libro con los textos más destacados del taller.

  • Participar en concursos literarios.

  • Llegar a escenarios literarios importantes como ferias del libro y festivales nacionales e internacionales.

  • Animar la creación de grupos que promuevan la lectura y la escritura.

  • Liderar festivales y encuentros literarios en la región.

  • Convertirse en un semillero de escritores.

  • Consolidar y dar a conocer los nombres de los escritores que asisten al taller.

Las metas, una vez cumplidas, permiten a los participantes dar cierre a unos procesos e iniciar otros. De este modo podrán mantenerse motivados, ser cada vez más conscientes del avance de su aprendizaje y de sus logros y, si les interesa, ampliar sus posibilidades de desempeñarse en trabajos donde la lectura y la escritura son esenciales. Nuestro taller ha formado escritores capaces de desempeñarse en la promoción de la escritura creativa. Ellos han trabajado con el Ministerio de Cultura como directores de proyectos dirigidos a poblaciones especiales y vulnerables, como Libertad Bajo Palabra. Martha Elizabeth Fajardo Valbuena, directora del Taller Liberatura, Ibagué, Tolima ¿Cómo diseñar un taller de escritura creativa? Hay tantos caminos como escritores. Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera, Neiva, Huila Datos generales del taller Se deben tener claros los datos generales del taller:

  • La ubicación geográfica.

  • Los datos de la institución que lo apoya, en caso de que la haya.

  • La hoja de vida del director del taller.

  • El nombre del taller y el género literario al que le da prioridad.

Plan de trabajo Existe una esquiva noción de la enseñanza homologada a la idea del traspaso o transmisión de información que, al final del proceso, se decanta en conocimientos. No entendemos que la escritura creativa sea, en ese sentido tradicional, un trasvase de información y fórmulas. La esencia de un taller radica en la actividad de compartir en forma multidireccional los conocimientos, las ideas y las experiencias. Un taller es un espacio para la indagación personal de gustos, intereses y maneras de entender la literatura, que se desarrolla a través de la práctica. En él se lee, se escribe, se presentan inquietudes y se resuelven con apoyo de la lectura y el comentario colectivo, que es tan solo un soporte y guía, pero no una imposición. Cada escritor toma lo que considera, si le parece que hay algo que le interesa tomar. El taller lo que puede compartir –y en ello aporta el director– es un compendio de herramientas y técnicas para que el escritor las conozca o las recuerde y las sienta disponibles a lo extenso del proceso creador. Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander Los lineamientos de un taller deben ser amplios y flexibles, de modo que fortalezcan la autonomía del director y den rienda suelta a la creatividad de los asistentes. Pero al mismo tiempo deben garantizar un cierto nivel de calidad y profundidad en el trabajo. Esto se logra a través de un programa riguroso que incluya lecturas, análisis teóricos y literarios y ejercicios prácticos. La escritura creativa se enseña a través de la lectura. En este sentido se podría decir que la escritura es la hija legítima de la lectura. Se lee para comprender costuras, para descubrir caminos que puedan llevar a los nuevos escritores hacia su destino. Pero así mismo la escritura creativa se aprende poniendo a los asistentes del taller contra las cuerdas, proponiendo ejercicios de escritura, creaciones que tal vez no pasen de ser un borrador, pero que, sin duda, servirán para ir moldeando la mano, para ejercitar el músculo literario. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca Es indispensable que cada taller tenga una justificación, un objetivo general, unos objetivos específicos, un cronograma de actividades y un programa, como se detalla a continuación: Justificación Una de las razones por las cuales se ha insistido en el funcionamiento del taller Maniguaje durante once años es la necesidad de tener espacios culturales en una región –Caquetá– donde las prácticas letradas siguen siendo precarias y marginales. Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá En Colombia existen talleres de escritura creativa en todas las regiones: desde Nariño y la Amazonía hasta el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y desde el Pacífico y el Caribe hasta los Santanderes y los Llanos Orientales. Estos talleres alcanzan a toda clase de personas: estudiantes y profesionales, niños, adolescentes y adultos, y poblaciones especiales como indígenas, afros, adultos mayores y presidiarios. ¿Existe la literatura regional? Sí. Sobre todo si no se piensa de modo condescendiente, desde un centro que tiende a perderse en abstracciones, sino como una manera de acercarse a las particularidades, a las voces, a las imágenes, a las culturas de cada región. A mi modo de ver, entre más local –más regional– sea la literatura, más cumple con el propósito literario de llevarles noticias del mundo a los lectores. Quiero decir: cuando yo pienso en “literatura regional” pienso en la literatura, en un modo condicionado por el lugar pero un modo único de articular el mundo. Para mí, el costumbrismo no es un error, ni un pero, sino una puesta en escena de lo humano. Ricardo Silva Romero, escritor Los talleres no se crean en un vacío: aparecen en un lugar y un momento histórico específicos. Los contextos donde se desarrollan son determinantes, pues la escritura se nutre ampliamente de la realidad de quien escribe. La existencia del taller, un espacio de encuentro para leer y escribir textos literarios, representa un centro de actividad para pensar diversos problemas que afectan, con mayor riesgo, a adolescentes y adultos que habitan en Florencia; en este sentido, el taller se ofrece como una oportunidad de formación, como una experiencia de encuentro donde escribir ayude a pensar, más allá del simple consumo de los bienes culturales. Los tópicos de escritura y de diálogo que afloran en el taller, con frecuencia, abordan las preocupaciones en torno al papel de la literatura –y de la función de la escritura– en una sociedad periférica del capitalismo tardío, cuyas rutinas cotidianas se transforman (de manera confusa pero acelerada); en consecuencia, el taller –hasta donde sus recursos lo permiten– pretende ser un espacio de diálogo intelectual amplio. Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá Los textos que se escriben en los talleres son un reflejo de sus sociedades, abordan las problemáticas de las regiones y las inquietudes de sus pobladores y constituyen una muestra de la gran cantidad de expresiones culturales del territorio colombiano. Nuestro taller genera un entorno distinto en una zona de violencia y les brinda posibilidades a las personas a las que les gusta leer y escribir. Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca Mi taller está dirigido a jóvenes y es respaldado por adultos llaneros tradicionales. Busca explotar, como materia prima para la escritura, la riqueza cultural, de vivencias fantásticas y de diversidad de personajes que tiene la región. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca Este taller en la actualidad tiene vinculados niños de la parte rural y urbana para darles voz a aquellos que tienen mucho que decir pero no habían encontrado cómo hacerlo. Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá Este año estamos en una zona de Bucaramanga a la que pocos quieren venir: la Biblioteca Satélite, en el norte de la ciudad, un lugar de población vulnerable, estigmatizada por la violencia, donde son muchas las ofertas negativas que llegan a sus habitantes y mínimas las ofertas culturales. Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander RELATA enlaza una multiplicidad de espacios de exploración y creación literaria. La diversidad es una de sus mayores fortalezas y su labor de apoyo está basada justamente en la posibilidad de crear sentido desde una pluralidad de voces, que debe ser tan amplia como haga falta para contar el país. Lejos de limitarse a difundir la cultura letrada, Relata quiere seguir fortaleciendo la producción regional y descubriendo nuevas y diferentes miradas sobre el país. Las voces de las regiones son fundamentales para aquellos lectores que viven a la caza de la experiencia humana. Es común, además, aprender por comparación. Y oír –o leer– las voces de otros lugares es tomar un atajo para entender la propia vida. En un país como Colombia, por otra parte, las voces de las regiones son además un triunfo sobre el país monolítico que se nos quiso imponer en 1886 y es una reivindicación de las diferencias y de los sobrevivientes en una nación que ha callado y ha unificado a tantos en el empeño de negar su conflicto. Creo que leer literatura es justamente oír voces irrepetibles que no se dejaron callar. Y oír voces de las regiones es recobrar la sensación de que la violencia no va a quedarse con Colombia. Ricardo Silva Romero, escritor Una de las razones de ser de los talleres es la de convertirse en laboratorios colectivos para la creación, investigación y circulación de textos literarios. Nuestro grupo creó el blog https://cuentoycronicablog.wordpress.com, donde se publican algunos textos del taller, se hacen comentarios y reseñas de libros. Con esta herramienta se busca que el taller se convierta en un referente sobre la dinámica de la literatura de la ciudad y el Caribe, una idea que queremos extender con nuestros colegas de la región. David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar Con el fin de definir una justificación de su taller, el director puede hacerse las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué es importante que exista un taller de escritura creativa en su región?

  • ¿De qué manera el taller aporta al fortalecimiento de la lectura y la escritura en su región?

  • ¿A quiénes está dirigido el taller y cómo los beneficia?

Objetivo general El taller de escritura creativa es un espacio formación, donde se fortalecen los hábitos de lectura y escritura y se refuerza la confianza en las capacidades y los proyectos creativos de los participantes. Como mi taller está pensado para jóvenes, el objetivo principal no es ni siquiera que escriban cuentos, sino acercarlos a la literatura mediante lecturas y ejercicios de escritura. Si en medio de todo este proceso uno de los asistentes quiere dedicarse a la escritura de tiempo completo, de medio tiempo o de tiempo en tiempo está bien, y si no ocurre nada con él y no quiere escribir nunca más en su vida igualmente está bien. Si es lo primero, genial porque fue lo mismo que nos ocurrió un día a los que hoy queremos escribir. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca Un taller no debe convertirse en un lugar del que dependa el escritor para mantener una producción activa. Si el taller es el único espacio o momento en el que el asistente trabaja se corre el riesgo de caer en un taller circular, donde se repite el ritual de la corrección en conjunto pero nunca se llega a resultados acabados. Por el contrario, la razón de ser del taller es que los participantes logren desarrollar un trabajo autónomo y personal. El taller tiene una limitación de tiempo que permite desarrollar los temas y las prácticas de acuerdo con lo programado, pero, una vez termina, la escritura corre por cuenta del estudiante. El objetivo es tratar de brindar en esos límites de tiempo un recorrido amplio y suficiente para que el estudiante conozca los elementos indispensables para escribir su propia obra, y de ampliarle el panorama de lecturas y de formas de leer para que enriquezca su oficio. Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C. El objetivo general es el fin último del taller: el resultado más importante que espera lograrse. Debe ser uno solo, concreto, viable y evaluable. Para formular el objetivo general el director puede hacerse preguntas como las siguientes:

  • ¿Para qué estoy haciendo el taller?

  • ¿Cuál es la función principal de mi taller?

  • ¿A dónde quiero llegar con el taller?

  • ¿Qué pretendo que consigan los participantes de mi taller?

El objetivo debe enunciarse de un modo claro y preciso, con verbos en infinitivo. Aquí algunos ejemplos de objetivos generales de los talleres de RELATA: Brindar herramientas básicas de escritura que les permitan a los participantes encontrar su propio estilo narrativo. Libardo E. Caraballo, director del Taller Páginas de Agua, Sincelejo, Sucre Generar un espacio de lectura y creación literaria donde los habitantes de Zarzal y la región tengan un lugar para potenciar sus competencias lectoras y escritoras. Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca Descubrir y desarrollar la capacidad creativa de los niños y los adolescentes en torno a la literatura como forma de vida. Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá Brindar elementos creativos y técnicos para la comprensión y la potenciación de las posibilidades creativas de los estudiantes en el género de novela. Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C. Formar lectores y escritores autónomos, con criterio propio, despojados de mitos y complejos sobre el oficio de leer y escribir. Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Bucaramanga, Santander Resulta útil que los participantes definan un proyecto individual de creación literaria y asuman el taller como un espacio para su desarrollo. La perspectiva de entregar un producto al final del ciclo no solo es estimulante y da sentido al trabajo, sino que permite darle un cierre al proceso. Así se evitará caer en el proceso mecánico de la escritura de corrección perpetua, que puede generar una dependencia al trabajo en conjunto en lugar de alimentar la capacidad crítica del individuo creador y prepararlo para enfrentar las decisiones finales que compromete la publicación, ya sea en medios virtuales o impresos. Nuestro taller procura mantenerse vigente mediante la publicación semestral del folleto Vigas Contra el Viento. Palabras Vivas y el reconocimiento de la comunidad lectora envigadeña. Así mismo, como grupo, participamos en eventos de carácter cultural literario en el municipio. Édgar Trejos, director del Taller Plumaencendida, Envigado, Antioquia Objetivos específicos Al igual que el objetivo general, los objetivos específicos deben ser concretos, viables, evaluables y estar redactados en infinitivo, de un modo claro y preciso. Estos varían de acuerdo con la naturaleza o las características de cada taller, lo ayudan a definir y lo ubican en un lugar o tradición particulares. Entre los talleres RELATA encontramos algunos con objetivos específicos que se refieren a la región donde se desarrollan, el género al que dan prevalencia o la población a la que se dirigen:

  • Conocer el universo cultural de los pueblos afrodescendientes e indígenas de Colombia para permitir el reconocimiento de la identidad propia de los asistentes y fortalecer la comprensión literaria y de distintos contextos desde la diversidad étnica y cultural colombiana.

  • Potenciar las habilidades escriturales de los asistentes al taller a partir del ensayo, el error y la corrección de fallas, con estrategias sintácticas, semánticas, semióticas y literarias que permitan encontrar el estilo imaginario y creativo en cada niño y adolescente.

Over de Jesús Córdoba Rentería, director del Taller Fernando Soto Aparicio, Jericó, Boyacá

  • Generar un espacio que propicie el aprendizaje de herramientas estéticas y narrativas del cuento.

  • Afinar las herramientas de expresión de los participantes, de manera que puedan escribir sus propios relatos.

  • Leer y analizar cuentos largos de distintas tradiciones narrativas.

  • Por medio de ejercicios de escritura semanales (etudes), sumar en el proceso creativo del autor, hasta lograr un relato largo de aceptable calidad literaria.

Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.

  • Trabajar con cinco grupos de cinco colegios públicos del municipio de Arauca.

  • Hacerles ver a los chicos que la literatura es más amplia que el Popol Vuh y el Cantar de Mio Cid.

Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca Los objetivos específicos se refieren a las metas parciales: indican lo que se pretende conseguir en las diferentes etapas de desarrollo del taller. Pueden estar basados en temáticas, herramientas del oficio o momentos del trabajo creativo. Permiten dar a las sesiones y ejercicios un hilo conductor y así mismo garantizan el avance de los proyectos de escritura. En conjunto, al ser alcanzados, los objetivos específicos ayudan a que se logre el objetivo general. Algunas preguntas que el director del taller puede hacerse para definir sus objetivos específicos son:

  • ¿Qué espero lograr después de cada etapa del taller?

  • ¿Qué pretendo enseñar con cada uno de los temas o herramientas propuestos?

  • ¿Cuáles son las metas particulares de mi taller?

Estos son otros ejemplos de objetivos específicos de los talleres de RELATA:

  • Practicar la lectura en todas sus manifestaciones: mental, en voz alta y crítica.

  • Dinamizar la escritura.

  • Estimular el pensamiento creativo.

Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia

  • Acercar a los participantes a los diferentes géneros literarios, con el fin de que los identifiquen y diferencien.

  • Potenciar la escritura creativa a través de las enseñanzas de los grandes maestros de la literatura universal.

  • Fortalecer el ejercicio grupal de lectura y edición de textos.

  • Contribuir al cultivo de la estética y la voz propia de cada uno de los potenciales escritores.

Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia

  • Escribir con base en las técnicas de escritura.

  • Recopilar y difundir historias literarias de memoria y tradición.

  • Investigar y difundir, desde la literatura, los acontecimientos históricos y los casos de violencia de nuestra región.

  • Escribir para desnudar el alma, encontrarnos y conocernos.

Ángela Cajiao Meneses, directora del Taller José Pabón Cajiao, Samaniego, Nariño

  • Desarrollar con los integrantes del taller una conciencia literaria y lingüística que los forme como mejores lectores y así puedan reconocer y valorar la literatura universal, latinoamericana y regional.

  • Lograr que los miembros del taller escriban textos con calidad estética y puedan obtener reconocimientos nacionales e internacionales por su labor de creación narrativa.

Jhon Walter Torres Meza, director del Taller Ítaca, Zarzal, Valle del Cauca Cronograma Como cualquier otro programa de formación, los talleres de escritura creativa deben tener unas etapas de trabajo definidas de acuerdo con una intensidad horaria. Al iniciar nuestro taller se realizó un cronograma de actividades que se ciñe al calendario académico de la Universidad Pontificia Bolivariana de Montería; en dicho cronograma se incluyen la hora, el día y los temas a tratar. Trabajamos dos veces a la semana: los lunes y los viernes. Sandra Irene Tapias C., directora del Taller David Sánchez Juliao, Montería, Córdoba Por lo general los talleres de RELATA funcionan por ciclos anuales divididos en semestres y tienen una intensidad de una o dos sesiones semanales de tres o cuatro horas de duración. El número de sesiones semestrales o anuales por taller es variable: fluctúa entre trece y ochenta sesiones. En muchas ocasiones los cronogramas deben adaptarse a las necesidades o posibilidades del taller, la región y los participantes. Una condición de contexto local que afecta el funcionamiento del taller lo representa el carácter intermitente o eventual con que asisten los miembros del taller, cuyos derroteros y permanencia en el mismo dependen de diversas variables sociodemográficas como la edad, los procesos de formación académica (educación media, educación superior, etc.), la situación laboral y las responsabilidades familiares, entre otras, que hacen que las actividades de leer y escribir literatura no sean opciones fuertes frente a las demandas de la supervivencia. Ante estas contingencias, la estrategia asumida ha sido mantener abierta la convocatoria a lo largo de todo el año Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá El cronograma les permitirá, tanto al director como a los participantes del taller, trazarse unas metas razonables y proponer unas entregas concretas para cada etapa. Por esto deberá tener claramente establecida la siguiente información:

  • Fecha de convocatoria para nuevos asistentes.

  • Fecha de inicio del taller.

  • Fecha de receso del taller por vacaciones (si aplica).

  • Fecha de finalización del taller.

  • Días y hora de reunión.

  • Número de horas de taller a la semana.

  • Número total de sesiones.

Programa El programa es el documento donde se detalla el proceso pedagógico del taller y se organizan una a una las sesiones que tendrán lugar. Mi taller tiene una consigna: talento, técnica, trabajo. Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca RELATA ha encauzado su trabajo en el apoyo a la educación no formal, pues este tipo de formación cuenta con las ventajas del trabajo colectivo y guiado y al mismo tiempo retiene el carácter libre, voluntario y exploratorio que las estructuras curriculares formales a menudo excluyen. El trabajo del taller implica la búsqueda y el desarrollo personal de los gustos, los géneros, las técnicas y los recursos para escribir. Hacerlo supone respetar la sensibilidad de los escritores en formación, sus criterios estéticos y su manejo de las técnicas. Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander Al mismo tiempo, RELATA está abierta a apoyar procesos de desarrollo del oficio literario en el ámbito formal, dentro de los programas de educación superior que han abierto espacios para talleres o diplomados. Nuestro taller es un grupo cultural de la Universidad de Córdoba que depende del Área Cultural de Bienestar Institucional y que está principalmente enfocado hacia los estudiantes. Cuando comencé a estudiar en la Universidad ingresé al grupo y desde el año 2009 lo dirijo. Suele permanecer un grupo, pero en este tiempo se ha renovado varias veces: cada semestre entran personas nuevas y egresan otras. Hoy puedo decir que el taller es más sólido al ser una mezcla de estudiantes nuevos, estudiantes avanzados e incluso egresados y personas externas, pues no hay un impedimento para que ellos lo hagan. Irina Henríquez, directora del Taller Manuel Zapata Olivella, Montería, Córdoba El deseo de RELATA es constituir un entramado donde los dos tipos de formación –formal y no formal– sean posibles y convivan armoniosamente, de tal manera que las opciones de apoyo del sector literario a los escritores en formación se diversifiquen y constituyan un espectro que facilite la continuidad de sus procesos. Mi intención es que el taller sea, para los asistentes, no solo la guía para cumplir objetivos en su formación como escritores, sino también la plataforma que los proyecte hacia el interés por la formación profesional. Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander El trabajo con la escritura creativa implica varios aspectos clave que apuntan hacia la calidad literaria, independientemente del lugar donde se lleve a cabo, el nivel de formación de los escritores y las dinámicas específicas de cada director. Algunos de estos aspectos clave son:

  • El idioma. Si bien el taller evita centrarse en aspectos formales como la gramática o la sintaxis, el conocimiento del lenguaje es una herramienta necesaria para el desarrollo integral de la escritura. Este conocimiento formal permite una mejor exploración y experimentación con la escritura.

A lo largo de mi carrera, he notado que los aspirantes a escritores presentan un alarmante desconocimiento de su herramienta, es decir, del idioma. Soy riguroso en el repaso de conceptos básicos. Si la base es sólida, también lo será la obra. Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C.

  • La familiarización con el campo literario. La lectura de autores, el análisis de sus obras y la investigación de sus métodos, técnicas y recursos son indispensables cuando se trata de formar escritores. La exploración literaria permite descubrir las claves ocultas del oficio, enriquecer los procesos de escritura individuales, formar el criterio propio y asumir la crítica como parte del proceso creativo.

El taller es una excusa para leer y explorar colectivamente diferentes autores y posibilidades literarias que enriquezcan la escritura individual y contribuyan a la maduración de un estilo y una voz también individuales. Nelson Augusto Rivera, director del Taller Tríade Literario, Itagüí, Antioquia

  • La práctica. La mayoría de escritores coinciden en que su labor creativa implica tanto su constante ejercicio como el aprendizaje y el desarrollo de técnicas literarias. Quienes han estado en contacto con la labor creativa mediada por el diálogo y el trabajo artesanal de reescritura y exploración colectivas de un taller suelen coincidir en que el talento sin trabajo y viceversa, el trabajo sin talento, difícilmente pueden llevar al escritor en formación –y quizás tampoco al escritor experimentado– muy lejos.

La escritura creativa se enseña con una combinación de tres componentes. Por una parte, con la lectura comparada de autores y obras de la tradición literaria universal y colombiana, que permiten valorar los caminos ya recorridos en los distintos aspectos de la técnica narrativa y en las temáticas, para, a partir de allí, concebir la obra del nuevo escritor. Por otra, con un recorrido práctico, apoyado en ejercicios puntuales, sobre los principales elementos de dicha técnica narrativa (autor, narrador, personajes, idea, tema, historia, argumento, trama, estructuras narrativas, manejo del diálogo, la descripción y la narración, entre otras). Y por último, con la propia escritura de los estudiantes, que surge tanto de los ejercicios de clase como del proyecto de largo aliento que cada uno está desarrollando. Óscar Humberto Godoy Barbosa, director del Taller Distrital de Novela Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C. Es conveniente que el director del taller reserve espacios para el trabajo de escritura durante las sesiones a través de ejercicios puntuales, pero, al mismo tiempo, debe asegurar el desarrollo consistente de trabajos por fuera del taller para ser luego leídos, analizados o corregidos allí de manera colectiva. Aunque no existe una estructura fija para todas las sesiones del taller, en cada sesión se atienden tres franjas de actividad que obedecen a las siguientes tres preguntas: ¿Qué hemos leído desde la última vez que nos vimos? ¿Qué hemos escrito desde la última vez? ¿Qué conocimientos nuevos pueden apropiarse de cada sesión? El orden de las dos primeras franjas es permanente, mientras que la última franja, en muchas ocasiones, se entrelaza con la segunda. El núcleo del taller corresponde a la segunda franja, aunque, en diversas ocasiones, el desarrollo de la tercera franja ha dado lugar a ejercicios de taller, como experimentación con el lenguaje para que los asistentes exploren nuevas experiencias y posibilidades expresivas. Hermínsul Jiménez, director del Taller Maniguaje, Florencia, Caquetá Un elemento crucial que el taller pone a funcionar en los escritores en formación es la conciencia del lector. El trabajo colectivo despliega un mundo de interpretaciones, deseos, connotaciones y conexiones que su texto suscita en quienes lo leen. El taller sirve como un primer espacio de debate donde el escritor se enfrenta con los efectos impredecibles de su texto, la crítica en su forma más espontánea y quizás más productiva y asertiva, pues proviene de sus propios colegas, de modo tal que en el proceso puede aprender a recibirla y a darla constructivamente. En nuestro taller la clínica literaria es ejercida repartiendo a cada participante el texto en cuestión. Su autor lo lee en voz alta y luego cada quien ejerce una crítica con argumentos. Es un acto encaminado a mejorar el texto del compañero y no a aplastarlo. José Rafael Aguirre Sepúlveda, director del Taller Letratinta, Itagüí, Antioquia El director del taller deberá diseñar su programa sesión por sesión incluyendo, para cada una, los temas a tratar, la descripción de las actividades, el propósito de la sesión y la bibliografía, como se detalla a continuación: Temas a tratar Cada sesión trae su sorpresa, en especial el taller con los niños. Ellos llegan atiborrados de anécdotas, de alegría e historias para contar o leer y compartir con los demás, por eso no tengo una ruta rígida para cada sesión. Tengo el tema del día y lo voy desarrollando sin prisa, aprovechando el material que los asistentes aportan. Laura Margarita Medina, directora del Taller Bucaramanga Lee, Escribe y Cuenta, Santander Un buen escrito resulta del equilibrio entre dos elementos: el talento y el trabajo artesanal, meticuloso y reflexivo sobre el texto, que puede apoyarse o potenciarse en el trabajo colectivo del taller. El talento tiene mucho que ver con el uso hábil o creativo de las herramientas de que dispone el escritor y con el olfato necesario para tomar decisiones acertadas. Por esto resulta útil poner a disposición de los participantes las técnicas y herramientas literarias y de edición que le ayuden a avanzar en los procesos creativos hasta llegar a una versión final del texto. Una sesión de taller inicia con la lectura de consejos u opiniones de autores reconocidos. Se dialoga respecto a lo leído y se continúa con un ejercicio relacionado con el elemento del cuento (personajes, narrador, etc…) que se esté trabajando. Se lee un texto en el que se represente bien dicho elemento y se hace una lectura de bases teóricas relacionada con el tema del día. Libardo E. Caraballo, director del Taller Páginas de Agua, Sincelejo, Sucre En el capítulo titulado “Contenidos de un taller de escritura creativa” se exponen en detalle los principales temas y recursos literarios de los que el director puede hacer uso para diseñar las sesiones de su taller. Descripción de actividades Para todas las sesiones hay que leer un cuento de un autor consagrado y se debe cumplir con un ejercicio de escritura, de quinientas a mil palabras, a partir de un detalle que haya resultado de la discusión del relato a leer y del eje temático. Además, en cuatro sesiones hay que entregar un cuento terminado, o un avance de un cuento más extenso, que será revisado exhaustivamente por los compañeros y por el director. Juan Fernando Hincapié, director del Taller Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá, Bogotá D.C. Los talleres se conciben como un laboratorio práctico de escritura. Así que además del trabajo de escritura individual por fuera del taller, se recomienda el desarrollo permanente de ejercicios durante las sesiones. Siempre dejamos un espacio para ejercicios de escritura, regularmente bajo premisas más o menos específicas, según el tema y tipo de búsqueda de cada sesión. Trabajamos con ejemplos y sugeridos creados por el director o tomados de textos de escritura creativa. Norwell Calderón Rojas, director del Taller RELATA Cúcuta, Norte de Santander La redacción de escritos durante la sesión constituye un primer momento en el que el autor suelta la mano, explora y se vale de detonadores. Estos ejercicios estimulan la recursividad de los participantes y lo invitan a tomar riesgos, ponen a prueba su creatividad y desmitifican el oficio. Los ejercicios de redacción se practican jugando en serio a escribir decálogos imaginarios, recetarios curiosos, cartas a personajes fantasiosos y adivinanzas inventadas que permitan ejercitarse en la construcción de metáforas. Juan Carmelo Martínez Restrepo, director del Taller Urabá Escribe, Apartadó, Antioquia Al mismo tiempo, estos ejercicios son útiles para abrir un espacio de intercambio entre los participantes del taller, donde tienen cabida la improvisación y el juego creativo. La dinámica de trabajo colectivo confronta a los participantes con unos lectores y puede enriquecer significativamente el desarrollo de sus escritos. Cada texto se analiza desde las sensaciones, percepciones e indagaciones del escritor, sobre qué se cuenta o qué sucede o qué pretende el escritor con él. Luego se hace un análisis más formal desde su estructura, la disposición de las frases, los personajes, las atmósferas, etc. También se hace una revisión ortotipográfica de la que se encargan algunos participantes interesados en la edición de textos. David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica Cartagena, Bolívar En el capítulo “Contenidos de un taller de escritura creativa”, por cada uno de los temas expuestos, se proponen ejercicios prácticos, de los que puede servirse el director para usar en las sesiones de su taller. Propósito Se lee, se escucha, se habla y algunas veces se escribe en caliente. Hay un programa que define cada sesión, una secuencia didáctica, unos apoyos, una forma de evaluación. Siempre hay un espacio para la improvisación, para salirse del guion, para la digresión. Siempre hay un objetivo claro y un referente de lectura. Alberto Rodríguez, director del Taller Écheme el Cuento, Cali, Valle del Cauca El propósito de cada sesión es potestad del director, quien lo establece de acuerdo con las necesidades de su taller y la etapa de desarrollo en que se encuentre. Se podría decir que cada sesión de taller tiene como propósito explorar un tema específico, por ejemplo, la creación de personajes. Entonces se lee un cuento, se conversa alrededor del tema y del cuento, y se compara con los textos que los estudiantes han realizado. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca El propósito de una sesión puede consistir en ejercitarse en algún género literario, explorar un tema de las teorías de la creación, practicar una determinada técnica de escritura, realizar un ejercicio puntual o corregir y editar los textos producidos. Ahora, por ejemplo, estamos trabajando en un texto narrativo que hemos denominado “nanocrónica”, un ejercicio de observación detallada sobre una realidad específica de la urbe, para luego hacer un texto de trescientas palabras sobre ese hecho observado. David Lara Ramos, director del Taller Cuento y Crónica, Cartagena, Bolívar Bibliografía Uno de los insumos claves para el desarrollo de la escritura creativa en los talleres está en la lectura. El proceso creativo supone siempre un diálogo con otros: otros escritores y otros textos. De ahí que la escritura como labor creativa resulte impensable sin la exploración de autores, narrativas, géneros y discursos de otros lugares, épocas y líneas de creación. Con lecturas de cuentos de escritores latinoamericanos como Abelardo Castillo, Quiroga, Ribeyro, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa y nuevos autores colombianos y algunos regionales se busca orientar a los chicos en la persecución de la idea de lo que es el género y la forma como se puede concebir. Lo demás es cuestión de tallerear los textos producidos y motivar el camino. Nelson Pérez Medina, director del Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta, Arauca

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